
Por Salvador Carrillo
Las personas suelen padecer de una grave enfermedad: la confusión entre realidad y pensamiento. Lo real es lo palpable, la experiencia directa, aquello que se siente, y el pensamiento son esquemas y modelos mentales de la realidad. El ser humano tiene una excepcional capacidad para elaborar sus pensamientos llegando a crear enormes super estructuras.
Me resulta interesante que sea difícil encontrar a una persona perturbada que no piense bastante. Desde el ansioso hasta el esquizofrénico, todos tienen algo en común: piensan mucho. Desde pequeños nos inculcan qué pensar, cómo pensar y a pensar excesivamente. El pensamiento constante es una norma. Pero, casi no nos educan a sentir, a conectar con la experiencia directa.
Cuando una persona dice “yo soy” tiende a referirse a categorías. Cuando en realidad, lo que realmente “es”, es la experiencia directa de aquello que se está experimentando. Alan Watts dijo una frase que me parece fundamental para que se comprenda lo que estoy diciendo: “El sonido de la lluvia no necesita traducción”. El sonido de la lluvia es el sonido de la lluvia. Se escucha y se siente, eso es todo. Toda teoría, poetización o retórica que arme en relación a lluvia no es la lluvia, es pensamiento. Alan Watts dijo también la siguiente frase: “Quien piensa todo el tiempo no tiene en qué en pensar más que en sus propios pensamientos y por ello vive en un mundo de fantasía”. Tengo la fuerte impresión que la mayoría de personas viven en un mundo de fantasía. Piensan, más que sienten. Es más, creo que hay personas que jamás han tenido una experiencia directa de la realidad.
Evidentemente, cuando me salgo de la mente y conecto con la experiencia directa de la realidad también me encuentro con las emociones. Tradicionalmente las emociones son vistas como algo malo. Muchas personas desearían ser como computadoras que caminan, les molesta su propia emotividad. Es más, ante una emoción desagradable las personas tienden a pensar aún más, para evadirla.
Le decimos inteligente a una persona por lo que tiene en el cerebro. Pero, hay otro tipo de inteligencia, una inteligencia del sentir, de conectar con la realidad. Este segundo tipo de inteligencia implica coraje. La primera no necesita ningún tipo de coraje, la segunda sí. Conectar con el sentir implica dejar de refugiarse en los propios prejuicios, implica soltar el control, implica dejar de estar analizando y pronosticando.
Los deseos son una prolongación de las emociones. ¿Cómo puedes saber qué quieres de la vida si piensas todo el tiempo? Para integrarse a la realidad es importante conectar con la realidad. El conocimiento es importante. Necesitamos de teoría. Pero la persona promedio ya teoriza demasiado, piensa demasiado. No tiene un verdadero encuentro con su ser. Muchos críticos dirán que esta invitación al sentir te llevará a la impulsividad y a ser irresponsable. Ante eso respondo que me muestren a una persona impulsiva e irresponsable y encontrarás a alguien que tiende a pensar en exceso. Dale una oportunidad al sentir.
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