La fuerza vital
Por Salvador Carrillo
Mi experiencia como psicoterapeuta, mis estudios autodidactas en filosofía y sobre todo mi experiencia personal me llevan a concluir que existe una “fuerza vital” que rige nuestras vidas. A más la persona se conoce a sí misma, a mayor su hondura psicológica, más podrá identificar e identificarse con esa fuerza vital. A menor sea su capacidad de introspección, menor será su encuentro con esta tendencia. Es mi firme convicción que la libertad no es otra cosa que vivir según su dirección.
Cuando era niño siempre me sorprendió la enseñanza cristiana de “plan de Dios”. Me hacía pensar que ese Dios era un dictador, ¿por qué yo tenía que vivir según su plan? ¿Y cuál se suponía que era su plan? ¿Ser también un sacerdote o padre de familia? Tonterías, pensaba. Tras terminar mi etapa escolar y empezar mis estudios de psicología en la Universidad de Lima, aprendí los principios de la psicología cognitivo conductual. Entonces, concluí que la creencia de que Dios tiene un plan para la vida, o incluso la misma creencia en Dios, no es más que una autocomplacencia psicológica para encontrarle sentido a la vida y reafirmarse como persona. Una circularidad mental autocomplaciente para protegerse del angustiante azar de la vida.
Durante ese periodo tomé interés en las religiones orientales. Aunque estuve más

involucrado con el budismo, intelectualmente me llamaba mucho el taoísmo filosófico – interés especialmente alimentado por las obras del filósofo orientalista Alan Watts, al cual leí y escuché sus charlas con mucho fervor-. Sobre el taoísmo me interesaba especialmente la idea de una fuerza que mueve todas las cosas y que el hombre sabio es aquel que se deja llevar por dichas fuerzas. En su momento pensé que significaba dejarse llevar por los impulsos o deseos. Luego, comencé a interesarme por el estoicismo, el cual postula que la modulación de las pasiones lo lleva a uno a descubrir su verdadero destino.
Hasta el momento todo esto era una serie de ideas, no era algo en lo que creyera en verdad. Tras terminar mis estudios de pregrado de psicología, comencé mis estudios de especialización en psicoterapia. Me interesé por Carl Rogers. Él indicaba que la persona mentalmente sana es aquella que se abre a la fuerza sanadora y creadora en su interior. Esto me resonaba de lo que había aprendido en mis entusiastas estudios filosóficos. No me sorprendió cuando descubrí que Rogers era también lector del taoísmo. Igual esta idea aun no me la creía. El mundo está lleno de irracionalidad y maldad, ¿Cómo podía haber una energía vital y sanadora en la gente? Más parece lo contrario.
Opté por especializarme en la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC). La estudié a fondo. Puedo jactarme que domino su teoría y aplicación. Uno de los puntos teóricos que me agradó más es que las personas tienden hacia la irracionalidad, lo que coincide obviamente con lo yo que veía a mi alrededor. Otro de sus puntos interesantes es que nos enfermamos psicológicamente, en gran medida, por cómo pensamos, por nuestros pensamientos rígidos. Si flexibilizamos nuestro pensamiento, podremos modularnos mejor emocionalmente y ser más libres. El creador de la TREC, Albert Ellis, luego me enteré, era un estudioso de la filosofía y se había basado en muchas corrientes como el pragmatismo, pero también el budismo zen, el taoísmo y el estoicismo.

Algo que siempre encontré interesante es que Ellis nunca dio una teoría del deseo. Él señalaba que la felicidad se basa en perseguir metas grandes y complejas y en aprender a modular nuestras emociones para que no vayan en contra de nuestros objetivos. Pero, ¿de donde viene el deseo y la energía de desarrollar esas metas? ¿Cuál es su origen? Creo que en el fondo él, secretamente, tenía una idea espiritualista similar a la de los taoístas o los estoicos. Aunque públicamente él predicaba el ateísmo en sus primeros años, allegados a él, que he conocido personalmente, me indicaron su gran interés intelectual por las religiones.
Los budistas hablan de causas y efectos. ¿Son los deseos fruto de una serie de miles de causas y efectos? Tal vez. Eso pensaba hasta que comencé a interesarme por la obra del filósofo francés Henri Bergson y la interpretación determinista que da de este el filósofo Michel Onfray. Onfray se pregunta porqué suceden eventos extraños como que los hombres de las cavernas pintaban en las paredes arte similar en diferentes partes del mundo, a pesar de estar incomunicados entre sí? Es decir, ¿habrá una fuerza vital que se dispersa en los individuos?
Tras un análisis de la obra de Bergson, cuyo eje central es el "elan vital" – tradúzcase como energía o fuerza vital - y mezclándolo con mis estudios anteriores he llegado a la siguiente conclusión: Aunque científicamente no podamos comprobar la existencia de una fuerza vital, experiencialmente, como vivencia, es algo muy real. Es la explicación detrás de muchas experiencias místicas. No se trata de algo evidente o a ras de piel. Cuando la persona comienza a bajar su ego y modular sus pasiones, esta fuerza vital se le revela e intuitivamente le apunta hacia cierta dirección. Vivir acorde hacia donde apunta esta fuerza llena a la persona de una seguridad y energía muy intensa y lleva a experimentar una existencia auténtica. Esta fuerza vital contiene una compasión madura y sabia por la humanidad – diferente al sentimentalismo ingenuo-, es creadora y constructiva.
Esta perspectiva se me confirma día a día en el consultorio psicológico. A pesar de que no toco este tema con los clientes, puedo ver que cuando una persona deja de juzgarse a sí misma, comienza a manejar sus emociones mejor y comienza a escuchar sus sentimientos, algo surge de su interior. Una fuerza que le invita a movilizarse, que le vitaliza, que le parece empujar hacia un destino.

Si la fuente de esta fuerza vital tiene una base científica -especialmente neurológica o genética-, psicológica o metafísica, es una pregunta para la que aún no poseo respuesta y que deberá continuar siendo motivo de mis investigaciones. Si tiene una base metafísica, podríamos jugar con la idea de Hegel de la teleología de la historia, la cual quiere decir que la historia de la humanidad progresa hacia un destino determinado, y que por ende la biografía personal también tendería hacia eso. Así mismo, que conceptos similares, como la voluntad de poder de Nietzsche o la voluntad de vivir de Schopenhauer serían realidades. Asimismo, nos coloca ante la incógnita sobre la posibilidad de la existencia de Dios, no el Dios de las religiones necesariamente, pero sí como fuerza primera, sostenedora y eje dinámico del cosmos y el devenir, y que apunta hacia un misterioso destino personal para los individuos y universal para los seres vivos. Existencia que se revela en las profundidades psicológicas del ser, cuando este ha puesto de lado sus neurosis y su ego.
Salvador Carrillo
1/12/2020
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