por Salvador Carrillo
Existen muchos mitos sobre el sentimiento de inferioridad. Para comenzar, no hay nada más común que sentirse inferior. La autoaceptación es un fenómeno infrecuente y una autoaceptación profunda y sólida, más infrecuente aún. Las personas, en general, tienden a sentirse inferiores. Desde el empresario millonario hasta el futbolista goleador, todos padecen de cierto sentimiento de inferioridad. Justamente, bastantes personas persiguen grandes logros porque se sienten inferiores. Si estuvieran mejor consigo mismos no tendrían esa necesidad compulsiva de lograr tanto. Lo malo, es que quien se siente inferior, así se vuelva presidente del planeta seguirá sintiéndose inferior. Nuestra autoaceptación no se basa en nuestros logros o popularidad.
El sentimiento de inferioridad frena o te hace hacer demasiado, pero nunca es sano. Quien se siente inferior vive buscando demostrar ante los demás que es valioso o que es una pobre víctima. En ambos casos, la atención está en la mirada del otro. Así mismo, quien padece de un sentimiento de inferioridad siempre está comparándose con los demás, para ponerse por encima o por debajo, pero constantemente recurrirá a comprarse.
No existe tal cosa como el sentimiento de superioridad. Quien se preocupa demasiado por sentirse superior es porque en el fondo se siente inferior. Puede que solo te sientas inferior y sufras por ello, o que busques ponerte por encima de los de los demás, pero eso no significa que hayas dejado de sentirte inferior y que hayas dejado de sufrir. Solo quien se siente inferior vive persiguiendo sentirse superior. Es más, quien sufre por sentirse inferior está más consciente de su problema. Quien se cree superior es alguien que está peor, porque no está consciente de sus propias inseguridades.
El sentimiento de inferioridad proviene del concepto de autoestima. La autoestima es un concepto jerárquico. Quien se evalúa a través de la autoestima vive preguntándose si es valioso o no, en qué lugar se coloca en la jerarquía social. Entonces, si uno se coloca en un nivel alto, vendría a tener una alta autoestima. Y quien se coloca en un nivel bajo, vendría a tener una baja autoestima. Pero, ya se ha comprobado gracias anteriormente a la obra de Albert Ellis y actualmente a las terapias cognitivo conductuales de tercera generación, que la autoestima es un concepto tóxico. Vivir en esa permanente evaluación lo único que hace es que termines experimentando un sentimiento de inferioridad. En vez de autoestima, es mejor tener autocompasión. La autocompasión es el ser empáticos y comprensivos con nosotros mismos. La autocompasión es el verdadero camino hacia la autoaceptación incondicional y a vivir una vida plena.
La persona autocompasiva en vez de vivir comparándose con los demás, se preocupa de validar sus propios sentimientos, de evaluarse con suavidad y a ser comprensiva con su pasado. Está permanentemente cultivando un vínculo amable con sí misma. Por ejemplo, si se equivoca no se dice “Qué estúpida soy”, sino se dice algo del siguiente estilo: “Me molesta haberme equivocado, acepto que soy una persona imperfecta, es difícil hacer todo bien siempre”. Si se siente molesta no se dice “Soy idiota por molestarme”, sino se dice: “Es normal que me moleste. Me doy permiso a sentirme así. Soy una persona, no soy un robot”. Las personas autocompasivas se validan a sí mismas, tienen una actitud de compasión hacia su dolor emocional, especialmente en los momentos en que se sienten vulnerables.
El sentimiento de inferioridad es un fenómeno muy común. En vez de buscar combatirlo buscando sentirse superior o con la persecución obsesiva de éxito o popularidad, hay que buscar se compasivos con nosotros mismos. La autocompasión es el camino a la autoaceptación profunda.
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