Por Salvador Carrillo
Nos avergüenza nuestros sentimientos. Vamos por la calle y todos parecen tan enteros, tan seguros, mientras que nosotros estamos experimentando sentimientos de ira, fragilidad y soledad. Entonces, nos sentimos excluidos de la humanidad porque nuestro dolor nos resulta inaceptable.
La autoaceptación profunda implica aceptar como natural aquellos sentimientos que estamos experimentado. Para ello es una gran ayuda recordarnos constantemente nuestra humanidad compartida. Las emociones dolorosas son algo que tenemos en común con las demás personas. Si nos sentimos deprimidos porque nuestra pareja se ha distanciado, debemos decirnos a nosotros mismos que es normal que nos duela y que muchas personas en el mundo experimentan la misma emoción. Además, es comprensible que una persona se sienta dolida en circunstancias como esas. Hablarnos de esta manera es mucho más sano que el creer que debemos ser fuertes y por lo tanto no deberíamos sentir ningún malestar.
Los seres humanos compartimos el hecho de que somos imperfectos y de que experimentamos sufrimiento emocional. Tener una práctica constante de observar las emociones doloras y hablarles de manera compasiva nos humaniza. Una persona segura de sí misma no es aquella que nunca siente ningún sentimiento de vulnerabilidad, sino aquella que abraza esos sentimientos de forma compasiva. El recordarnos constantemente nuestra humanidad compartida nos conduce a que validemos más lo que sentimos y a tener una opinión más comprensiva de nosotros mismos.