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Pautas para la formación de una identidad en psicoterapia

Pautas para la formación de una identidad en psicoterapia

Por: Ps. Salvador Carrillo

Contacto: +51 933427773

Fecha de redacción de este artículo: 22/05/2020


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Las personas no tenemos una esencia en el sentido literal de la palabra. Yo no “soy” en algo específico. Por más que hurgue en mis emociones y realice técnicas de catarsis, jamás “emergerá” un yo auténtico y mágico que sea algo definido.

¿Cuál es la esencia de una persona?, esa una pregunta fundamental si deseamos desarrollar una identidad sólida, más importante aún al momento de desarrollar un proceso psicoterapéutico. Debido a la complejidad de mi ser y el mundo, sino no tengo una identidad bien definida, experimentaré un vértigo ante lo complejo, que me llevará a estar predispuesto a una serie de trastornos.


Yo no tengo una esencia interior ya que no “soy” un algo determinado. Lo real es complejo y lo complejo es lo real. Mi mundo interior es complejo y dinámico. A más compleja sea la comprensión que tengo de mí mismo, más sólida será mi identidad. No soy un “algo” sino “múltiples elementos que se vinculan entre sí”. Religiones como el hinduismo y algunas ramas terapéuticas se centran en perseguir este “yo soy interior” maravilloso y sagrado y lógicamente nunca lo consiguen. El fracaso de esta tarea es porque están persiguiendo algo único en lo qué encontrarse, cuando más bien una persona es una complejidad[1].


La realidad es compleja. Constantemente varía, se transforma. El ser humano es complejo, pues es parte de la realidad. Somos emociones, pensamientos, cuerpo, biografía y relación con el mundo, todo mezclado. Necesito una comprensión compleja de la realidad y de mí mismo para poder adaptarme a ella.


Nuestra identidad se basa en dos elementos:

- Ser: Un concepto de mi ser y el mundo

- Hacer: Una aptitud hacia mi ser y mundo


A más simple y distorsionados sea cada uno de estos dos elementos, más endeble será nuestra identidad, debido a que no serán adaptativos a la complejidad de la realidad.


- Ser: Un concepto de mi ser y el mundo

Un concepto sencillo de mi ser y el mundo me llevará al dogmatismo, el pensamiento absolutista y al pobre autoconocimiento.


La terapia psicológica que trabaje la identidad de una persona debe ante todo perseguir que el cliente se conozca a sí mismo, de manera profunda, para que desarrolle una manera de acercarse al mundo mucho más compleja.

Si sabemos que una persona es una multiplicidad de elementos en vez de uno solo, no podemos centrarnos exclusivamente en el insight emocional de sus experiencias pasadas o del aquí y ahora, ni al estado mental de conciencia plena fruto de la práctica meditativa. Es necesario que la persona tenga una comprensión de su biografía, de su posición existencial en el mundo y de los procesos psicológicos por los que está atravesando en el presente, se debe dar importancia al contenido interno de la persona, sin reduccionismos.


Dicha tarea requiere que la persona comprenda y reflexione su mundo interior, en toda su complejidad. Esa es una tarea difícil y que nunca debe terminar. Considero que, para ayudarse en esa tarea, el terapeuta debe usar como una, de múltiples herramientas, a la psicoeduación, especialmente de principios existenciales como que las emociones desagradables son algo normal, todos somos imperfectos, el mundo no gira a nuestro alrededor, el sentido de la muerte, la transitoriedad de los eventos, etc., lo que contribuirá a la comprensión de dicho mundo interior y de la relación con la realidad.


- Hacer: Una aptitud hacia mi ser y mundo.

Una aptitud es una actitud sostenida a lo largo del tiempo, algo que es de cierta manera transversal a los diferentes eventos de la vida. Una pobre aptitud hacia mi ser y el mundo me llevará a la persecución compulsiva de metas, la dependencia emocional, adicciones, etc. Si no sé quién soy, busco algo exterior a lo que acogerme para poder sostener mi estructura psicológica. Una persona es compleja y dinámica y a su vez, el mundo es complejo y dinámico. Una aptitud adecuada es parte de una identidad sólida.


Una aptitud bien articulada está constituida por estos dos componentes:

o Valores morales

o Actividades significativas


Hemos dicho que la realidad es compleja. Estos dos elementos a los cuales sostenernos no tienen nada de simple en su aplicación e irán evolucionando en el tiempo.


o Valores morales

La realidad no puede ser confrontada con los dogmas, que son creencias cerradas en sí mismas, a ojos ciegos del dinamismo de lo complejo. La mayoría de valores morales son relativos, pero eso no significa que uno no deba tener moral. Significa que uno debe escoger sus propios valores y mantenerse firme en ellos. Esto da un fuerte sentido de ser dueño de uno mismo, certidumbre sobre la futura conducta y la sensación de que tengo una parte de mí que es inmutable ante la permanente mutabilidad de la vida.


Una persona necesita valores morales que le sirvan de parámetro para tomar decisiones. Lo importante es que estos sean auto-asumidos y no por imposición. He podido encontrar que muchos clientes le han cogido rechazo a tener una moral definida porque le enseñaron de manera violenta – usualmente en casa o la iglesia- una moral que en vez de ayudarle le hacía miserable.


En psicoterapia, cuando hablo de valores con los clientes, muchos de ellos me indican que no saben a través de qué valores morales vivir. Hay ciertos valores morales que en general casi todos podemos estar de acuerdo: el respeto, la dignidad humana, el autocuidado, etc. El terapeuta a mi parecer puede recomendar ciertos valores morales, pero no debe imponerlos. Por ejemplo, a un cliente le recomendé el valor moral del pudor y me dijo que no quería tener al pudor como valor

fundamental. Gustaba de su conducta impúdica, la cual solo le había traído alegrías y con la que no hacía daño a nadie. Le trajo un gran alivio cuando le indiqué que no estaba obligado a ser una persona pudorosa y que podía ser como quiera. Más bien, aceptó la importancia de los valores de morales de la dignidad y el respeto a sí mismo, pues le parecieron necesarios para disfrutar de la vida. En otra situación, a otra persona le recomendé el valor moral del pudor y lo aceptó, porque en su caso sus tendencias exhibicionistas sí le estaban trayendo mucho sufrimiento. ¿Qué quiere decir esto? Todos somos diferentes. No todos los principios morales se aplican de la misma forma para todos. Lo importante es saber, comprender y aplicar aquellos que uno mismo escoge.


Evidentemente, porque uno reconozca cierto valor moral no significa que lo podré cumplir siempre o que no lo olvidaré. Buscar vivir a través de un valor moral es difícil y requiere esfuerzo. Es una lucha que cobra sentido en tanto que la persona comprenda que se apega a dichos valores por comprensión y elección propia y que le ayudarán a ser dueño de su propio ser y a cultivar una vida más plena.


o Actividades significativas

En los países de habla hispana hay una vieja frase: La ociosidad es la madre de todos los vicios. Lo importante es que lo que haga, lo haga por convicción, porque realmente lo considero importante, que se traten de actividades que me son significativas.


Me agrada también llamar a las actividades significativas como “actividades refugio”. Ante el caos de lo complejo puedo encontrar certeza en lo que hago. El que pinta, estudia una carrera, cría a una familia… lo debería hacer, en principio, porque cree que vale la pena.


Indico significativas porque en ellas encuentro ganas de vivir y algo con qué identificarme. El problema es que la cultura actual a deformado a las actividades significativas en “metas”. Considero que la persecución de metas es algo destructivo. El hecho que su búsqueda sea algo tan presente en la cultura tiene como principal culpable a los oradores motivacionales y al coaching.


Más importante que las metas es el proceso. Mucha gente se siente perdida en el mundo porque no sabe qué hacer con su vida. Más que buscar lograr algo, yo defiendo el buscar qué actividad me hace sentir identificado, pues profundizar en dicha actividad me hace encontrarme conmigo mismo, me da un sentido y una identidad más sólida.


Por ejemplo, alguien que piensa en términos de metas, coge una guitarra y automáticamente piensa “tengo que lograr ser un gran concertista o algo así”. La presión que experimenta por esto lo hace dejar de lado al instrumento o a no conectar a profundidad con este. El instrumento es visto como un medio y no un fin de sí mismo. El que se centra en el proceso busca es ahondar en su vínculo con el instrumento. Día a día se va maravillando con los acordes y los sonidos. Puede que su práctica de la guitarra quede como un episodio, como un hobbie, como el inicio de una pasión por enseñar a los otros a tocar, por ser rockero o cualquier otra cosa.

La meta limita la complejidad de las posibilidades, y como lo real es lo complejo, al ser esta concreta, dificulta que se pueda formar un vínculo con lo complejo. Centrarse en el proceso hace que me encuentre con lo que hago y abre toda una gama de posibilidades, pues al penetrar en lo complejo encuentro aún mayor complejidad hacia la cual evolucionar y en la que se solidificará aún más mi identidad.


Otro ejemplo está en la formación de las parejas sentimentales. Las personas con el objetivo de casarse van por el mundo buscando una pareja dispuesta al matrimonio. Llega a las nupcias fijándose más en que se está casando, pero no con quién. ¡Qué distinto de alguien que se centra en el proceso! Conoce a la persona, el vínculo va madurando y puede que en el camino la relación no progrese o que más bien se profundice, pero nunca llegue a un matrimonio, como que lleguen a casarse porque ambos consideran que es el siguiente paso adecuado para la relación y no por una meta a priori.


Lo real es complejo y el vivir a través de metas es una actitud determinista demasiado simple. El proceso es complejo, nos obliga a reconocer que nos estamos vinculando con la realidad y lo cual nos revela un sólido sentido de existencia.

Conclusiones

Una persona es su ser y hacer. Si mi ser no está claro ni la aptitud de mi hacer, entonces mi identidad no estará clara y me sentiré absorbido por la complejidad de lo real. El ser humano es muy complejo, su vínculo con el mundo es complejo y el mundo en sí mismo es complejo. Auto-conocernos, conocer el mundo, comprometernos a principios morales asumidos por voluntad propia y a actividades en cuyo proceso encontremos significado es fundamental para formar una identidad sólida que nos permita desarrollarnos a plenitud.

[1] Como base epistemológica de la concepción compleja y cambiante del mundo y el ser humano, recomiendo la lectura del libro Caos y Orden, por Antonio Escohotado. La concepción compleja del mundo y del ser humano puede ser encontrada en múltiples teórias psicoterapéuticas como la TREC, TDC y la Gestalt.

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