La terapia y el pilar de la emoción: un enfoque somático
- Salvador Carrillo
- 30 abr
- 3 Min. de lectura
Salvador Carrillo
@terapiacarrillo
La terapia psicológica descansa sobre tres pilares fundamentales: emoción, acción y pensamiento. En esta reflexión, nos centraremos en el pilar de la emoción, destacando su dimensión somática.
Las emociones se manifiestan en el cuerpo como sensaciones físicas. Cada técnica que aborda directamente las emociones implica, necesariamente, un trabajo somático. Por ejemplo, el estrés se percibe como tensión muscular, la cólera puede sentirse en el estómago o el pecho, y el miedo puede localizarse en las manos, la espalda o el abdomen. El cuerpo es un mapa de sensaciones que se descifra al experimentarlo con atención.
En la filosofía de las Terapias Carrillo, el pensamiento es valioso y constituye el pilar de la razón, pero no lo es todo. Puedo reflexionar intensamente, pero si no me detengo a sentir, careceré de información esencial para tomar decisiones. Del mismo modo, actuar únicamente desde la emoción puede ser desequilibrado. Las decisiones, especialmente las complejas, requieren integrar la intuición emocional con el análisis racional.
Las personas que piensan en exceso suelen tener una baja conciencia de sus sensaciones emocionales, mientras que quienes se guían predominantemente por sus emociones tienden a reflexionar poco. Todo exceso es perjudicial; la armonía interior surge del equilibrio entre pensar y sentir, lo que conduce a la acción adecuada.
En terapia, a menudo sorprendo a mis pacientes cuando, tras analizar un tema en profundidad, les indico que es momento de sentir. Les pido que cierren los ojos y localicen en su cuerpo la emoción presente. Reconocer la emoción es el primer paso para aprender a regularla. Toda regulación emocional comienza por escuchar la emoción; cuando se la niega, esta “grita” con mayor intensidad.
Las enfermedades psicosomáticas, como dolores de cabeza, problemas digestivos, insomnio o colon irritable, son un reflejo de emociones ignoradas. El cuerpo busca captar nuestra atención, diciendo: “Mira aquí, siénteme”. He acompañado a cientos de personas a superar estos trastornos, y siempre observo que quienes más los padecen tienen un conflicto con sus emociones, un rechazo a sentirlas.
Las emociones, cuando se escuchan adecuadamente, revelan un conocimiento al que la mente consciente no accede. Podemos analizar un problema exhaustivamente, pero sin la información emocional, nuestras conclusiones serán incompletas. Esto no implica que el pensamiento sea innecesario; simplemente, sin la emoción, la mesa cojea.
A continuación, presento algunas técnicas somáticas utilizadas en terapia para conectar con el cuerpo:
Meditación compasiva centrada en la emoción: La persona silencia la mente y se enfoca en la sensación emocional más prominente. Se permite sentirla sin juzgarla, asignándole una intensidad numérica, describiéndola mentalmente (pesada, rasposa, dolorosa) y reconociendo que muchas personas experimentan emociones similares (sentido de humanidad compartida).
Técnica hipnológica: La persona asocia una imagen a la sensación corporal y le pregunta qué mensaje tiene para ella.
Posturas corporales: La persona adopta una postura (similar a las del yoga) que represente su estado emocional. Desde esa postura, realiza la meditación compasiva y la técnica hipnológica.
Acupresión: La persona presiona con la mano el área del cuerpo donde siente la emoción más intensa, aplicando simultáneamente la meditación compasiva y la técnica hipnológica. También puede emplearse reflexología en pies o manos.
Sonido: La persona conecta con la sensación emocional y emite un sonido que la represente.
El trabajo somático en la terapia es complejo y, en muchos casos, imprescindible para el progreso del paciente. Al escuchar su cuerpo, la persona descubre capas profundas de su ser, dándose cuenta de que no es exactamente quien creía ser. El principal obstáculo para este proceso es el temor a enfrentar el mundo inconsciente. Al atender la dimensión somática, se revelan verdades sobre los vínculos, el trabajo y los intereses personales. Este descubrimiento es una revolución en la vida del individuo y un paso crucial hacia la congruencia interna, la verdadera armonía.
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