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La relatividad del espíritu y el esoterismo

Salvador Carrillo

info@terapiacarrillo.com


La espiritualidad es una palabra amplia, tanto como esoterismo. El uso que damos a las palabras es importante para poder construir una estructura de creencias coherente. El problema es que hay palabras que, en su generalidad, tienen su fuerza; de allí que una estructura de creencias demasiado coherente puede ser, justamente por dicha virtud, débil. Hay grandes pensadores, como Nietzsche, que por su vaguedad han impactado de forma más radical.

Una palabra que siempre me ha interesado es espíritu. Se puede usar para denominar un tipo de energía mágica, para hacer referencia a la esencia de algo o a la personalidad de otra persona, y muchas más posibilidades. Esta habitación tiene un espíritu alegre. Ella habla con los espíritus. El espíritu de este texto es inspirar a cometer determinadas acciones. Espíritu. Si la espiritualidad es el cultivo del espíritu, entonces resulta claro que se trata de una actividad totalmente subjetiva, vaga e imprecisa. El que va a terapia psicológica, el que escribe un cuento, quien va a misa, el cliente del cartomante, incluso aquel que riega sus plantas… todo ello y más puede considerarse espiritualidad.

Si las palabras espíritu y espiritualidad son tan amplias, ¿entonces por qué no prescindir de ellas? Y es que, aunque suena práctico, la vida necesita ser poetizada para ser comprendida en su adecuado calibre emocional. Si digo que me he dedicado en espíritu y cuerpo a algo, estoy dando a entender mejor mi mensaje que si digo solo que me esforcé bastante.

Es posible que, cuando hablamos de espíritu y de espiritualidad, estemos hablando de un tipo de intensidad que puede vivirse desde diferentes formas y creencias. Una intensidad que es difícil de explicar, pero que el lector, si hace referencia a su propia sensibilidad, puede entender de forma clara. Es claro que, en lo relativo a lo espiritual, lo demasiado racional no tiene cabida; de allí que cierto grado de pasión y dejarse ser —como también dejar ser— es necesario.

Me he pasado la vida estudiando la espiritualidad e intentando formar una propia. Me es claro que todo aquel que se interesa por la espiritualidad está buscando la experiencia de una potencia determinada. Desde el autor que busca plasmar su alma en el texto, hasta el ocultista que hace un ritual con velas negras en medio de la noche. Una intensidad que diga una verdad que no son afirmaciones, sino más bien una verdad pulsional, emotiva, que se siente.

De allí que las espiritualidades organizadas sean aquellas que buscan ordenar la sensibilidad de las personas, mientras que las espiritualidades desorganizadas —aquellas que son prolongación de la subjetividad personal, anarquismos individualistas— son quizá más auténticas y de mayor amenaza al status quo. Comprendiendo, claro está, que a mayor complejidad del individuo, más elevada será dicha espiritualidad.

Es de mi claro conocimiento, siguiendo el orden de ideas que vengo desarrollando, que la palabra esoterismo tiene una connotación negativa en el mundo actual. Al mencionar el vocablo esoterismo, se lo asocia con charlatanería barata, palabrería que se suelta ante una baraja de tarot y otro tipo de barbaridades, como hablar con espíritus que no están allí o cosas de esa índole que solo son reales en el ámbito de la fantasía y visibles solo en el cine. Aunque me resulta claro que esta asociación tan fuerte que se hace al esoterismo con una connotación negativa es por la falta de noción de su relatividad. Considero que en sociedades rígidas la espiritualidad es rígida, y de allí que el esoterismo sea una palabra marginal. Pues el esoterismo es lo opuesto a exotérico, a lo ortodoxo, a la creencia estándar. Lo esotérico es lo oculto, lo misterioso, un conocimiento que no es de saber público.

Desde pequeño me ha agradado la palabra esoterismo y me he querido sentir esoterista. Y con ello me refiero a que me causa mucho interés el conocimiento oculto, aquello que no se sabe y que resulta revelador; y volverme un esoterista sería, así, el buscador de ese conocimiento esotérico. Para mí, por ejemplo, el lenguaje de los físicos y químicos es esotérico. También el cómo funcionan las máquinas industriales es un saber esotérico. Magia.

De allí que, al haberme formado como psicólogo, pero al ser más que eso, pues mis intereses son multidisciplinarios, me ha interesado el saber esotérico sobre el desarrollo interior. Eso quiere decir: me ha interesado conocer el saber oculto sobre el espíritu humano. Es notorio que la mayoría de personas está totalmente trazada por su ambiente y que le interesa poco, por no decir nada, la introspección y los funcionamientos de la psique; dicho tipo de saber incluso está casi mal visto. De allí que la exploración del espíritu sea, hoy por hoy, un esoterismo. Claro está, además, que quien de verdad explora a fondo se topará con mayores misterios que aquellos que han llevado a cabo esta tarea de manera superficial. Misterios que, tal vez, no podrían agradar a quienes se mueven por los paradigmas sociales de una manera dogmática. Y hay que recordar lo que indica Albert Ellis: la enfermedad mental se basa en el dogmatismo de creencias.


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