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La paradoja de la persecusión

Actualizado: 17 mar

por Salvador Carrillo @terapiacarrillo

Muchas veces, el deseo de algo impide obtenerlo. Aquel que se estresa tanto por no quedarse dormido rápido termina perdiendo el sueño. El joven que quiere enamorar a una dama y, por ser tan insistente, la ahuyenta. El empresario que, al perseguir el gran éxito de manera prematura, toma malas decisiones que lo llevan a la quiebra.

La persona que persigue está concentrada en el fruto de sus acciones, convirtiendo así toda acción en un medio para un fin, en vez de un fin en sí mismo. La acción tomada se torna, de esta manera, en un obstáculo a superar en lugar de algo a desarrollar; los procesos son vistos como molestias que deben pasarse lo más rápido posible para llegar al bien deseado.

La tarea bien hecha exige atención y detenimiento. El pintor que hace una obra solo para volverse famoso pinta a la luz de lo popular en el mercado, descuidando así la verdadera función del arte: expresar su propia esencia. Y eso exige detenerse a sentir y fluir. La atención y el detenimiento no son posibles si hay una excesiva fijación en los resultados. Es casi, por un momento, como si fuera necesario olvidarse de uno mismo y de lo que pasará, dejando que la acción absorba completamente.

Me resulta obvio que esta perspectiva pueda ser tomada con escepticismo. En primer lugar, porque vivimos en una sociedad a la que solo le interesan los resultados. Y, en segundo lugar, porque algún resultado es necesario para nuestra supervivencia; todos necesitamos comer para vivir.

Una sociedad centrada únicamente en los resultados no creará genios ni personas hábiles, sino mediocres. Pues, si el resultado es lo único que importa, lo que me moverá será la ley del menor esfuerzo o la competencia, no el sentido de responsabilidad ni la vocación. Los estudios psicológicos han demostrado que lo mejor logrado surge de una motivación intrínseca, es decir, que nace del interior y no del exterior. Como el empresario que crea un producto porque quiere aportar algo importante a la sociedad, y no solo porque es una tendencia comercial.

Resulta claro que, si nos centramos en el proceso, algún resultado habrá. Y es que quien se enfoca en la tarea por encima de los resultados tiene como verdadero objetivo la maestría, alcanzar una alta capacidad. Tarde o temprano, eso dará frutos. En gran parte, olvidarse de uno mismo y centrarse en la tarea es como decir: "No eches el fertilizante a la rama, sino a las raíces; los frutos caerán por cuenta propia".

Algo que he podido descubrir al experimentar con esta perspectiva de la vida es que muchas veces tenemos una fantasía poco realista de lo que queremos. Confundimos fantasía con realidad y no nos damos cuenta de que aquella supuesta gran meta puede estar llena de idealizaciones. Además, es raro que sepamos verdaderamente qué queremos; nuestra verdadera intención suele estar oculta para nosotros mismos y no es sino tras un largo proceso que se nos revela.

Soltar el pasado. Soltar el futuro. Centrarte en el presente. Concentrarte en lo que haces. No persigas resultados. Persigue la acción misma. Solo sé. Céntrate en ser, no en tener. Y verás cómo los frutos caerán por sí solos.


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