por Salvador Carrillo
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Vivimos distraídos por nuestra imaginación. Las personas pensamos y pensamos, sin parar. Nuestra cháchara mental nos lleva a lugares lindos como infernales. Espejismos que irrumpen para desarrollar una conducta poco adaptativa.
El ejemplo más claro es quien vive fantaseando con relaciones románticas. Su fantasía puede llegar a cumbres inverosímiles. Luego, va al mundo real para terminar, lastimosamente, proyectando en alguien esa fantasía, para después de no mucho tiempo sentirse defraudado porque no se cumplieron sus expectativas.
Otro ejemplo muy común es quien de todo se preocupa. A partir de cualquier evento desordenado imagina toda una gama de escenarios apocalípticos que busca evitar a toda costa. Fantasías que fomentan muchísima angustia y depresión.
Esta imaginación (este soñar diurno), tan grave, no se trata de simples imágenes sino de verdaderas películas. Peleamos, amamos, rompemos y nos reconciliamos, con diálogo y todo, en nuestra cabeza. Somos bastante creativos, tristemente creativos. De allí que sea capaz de engendrar tantas expectativas infundadas y emociones dolorosas.
Tengo la impresión que muchas personas desconocen al silencio mental. Pensar menos y vivir más en el presente, puede ser una frase cliché, pero necesaria. Tengo la poderosa impresión, tras tantos años como terapeuta, que la gente más impulsiva y propensa a comportamientos autodestructivos es aquella que vive navegando más por las divagaciones de su mente. Nunca he conocido a una persona que tenga silencio mental y que sea de comportamiento verdaderamente destructivo. (El ego necesita de la bulla mental para sostenerse).
Lo que estoy hablando no se en resume a practicar meditación como es comprendido por la mayoría de personas (sentarse media hora diaria en posición de flor de loto). La práctica del silencio mental debe ser permanente. Cientos de investigaciones psicológicas demuestran que buscar estar en el presente genera altos niveles de estabilidad emocional. Y para estar presente, la mente debe estar ausente.
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Es fundamental buscar dejar de hacerle tanto caso a los pensamientos. Estos siempre vendrán, pero no los desarrolles, no les des vueltas. Busca prestar atención al instante presente. Algo que ayuda mucho para este difícil cometido es procurar dejar de hablar solo. Si deseo silencio interior debo comenzar por callarme. Dejar de hablarme (ni para bien ni para mal). Simplemente dejar de estar diciéndome análisis y opiniones constantemente. (Para los que les cueste mucho, recomiendo enrollar la lengua dentro de la boca: ayuda a frenar la compulsión del habla autodirigida). Al comienzo puede costar, creerás que te perderás la oportunidad de alguna gran introspección o de darte por fin cuenta de algo muy importante, pero con el tiempo te darás cuenta que el silencio tendrá un peso mucho más importante, y que “tus grandes reflexiones” no eran más que correr en círculos.
Pensar es necesario hasta cierto punto. Tengo que pensar, por ejemplo, cuando planifico que compraré en el supermercado. Pero, es importante, no hacer un uso obsesivo y constante del pensamiento. El pensamiento debe ser nuestro servidor, no nuestro soberano.
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El silencio interior resulta muy intimidante para muchas personas. Muchos creen que al hacer esto se volverán ociosos e irresponsables. Desde mi experiencia y las investigaciones actuales, el silencio mental hace que la persona procastine menos y tenga conductas más eficaces. Cuando la mente está en silencio, el cerebro toma mejores decisiones.
Especialmente, me parece, quienes le tienen mayor rechazo al silencio interior son quienes temen al cambio. Los patrones conocidos nos dan certeza, así sean destructivos. Dejar de alimentarnos con las mismas fantasías una y otra vez tendrá un definitivo impacto en cómo nos comportamos y en nuestra dinámica interpersonal. Es decir, el silencio te cambia y te enseña a abrirte más al mundo real.
La experiencia del silencio no es un tema para ser aprendido teóricamente. La teoría expresada aquí es más bien una invitación a experimentarlo. Muchas de las ideas asociadas con la conciencia plena del aquí y ahora pueden parecer muy abstractas si son estudiadas académicamente, pero se tornan una realidad palpable y objetiva cuando son aplicadas.
La soberbia, las personas altivas creo que son quiénes más ruido mental tienen, quieren acaparar todo, etc, pero creo que cualquier persona incluyéndome yo le damos muchas vueltas a un asunto en nuestra mente pensando cómo lo vamos a resolver y en la realidad la solución era más sencilla de lo que nos imaginamos o las cosas no salieron como lo planificamos pero ahí está el círculo vicioso que hicimos en nuestra mente, unos grandes consejos que dio UD. Dr. Carrillo y la invitación a desarrollar el silencio mental, qué gratificante, tranquilizador y un poco más llevaría a uno a dormirse😴😴 traería está práctica que en mi opinión está muy bien...