Por Salvador Carrillo
Nacemos con un temperamento. Eso lo saben las madres. El bebé ya demuestra rasgos de personalidad. Todos tenemos en nuestro ser ciertas tendencias innatas. El ambiente también nos condiciona, pero ese condicionamiento es sobre la base de nuestro temperamento innato. Esta no es una realidad espiritual, sino biológica, propia de la constitución de nuestro sistema nervioso.
Las personas no somos iguales. Todos tenemos un sistema nervioso diferente. De allí que haya sabores que nos dan asco y a otros les encante. Hay personas que tienen predisposición a la drogadicción, mientras que otras pueden probar muchas drogas y nunca se pegan. Hay gente que tiene una gran inteligencia matemática sin necesidad de haber recibido mucho estímulo y otras por más que se esfuercen jamás serán hábiles para los números.
Esto nos demuestra que no solo somos psiquis (mente) sino que también somos cuerpo. Y que el contenido de nuestro cuerpo (sistema nervioso) determina cómo formamos nuestra vida. ¿Por qué hay individuos que quieren ser cantantes mientras que otros contadores? Por las influencias que ha recibido durante su vida, pero también por cómo funciona su sistema nervioso. Hay gente que nace más cerebral que otras, más extrovertida o más callada.
Existe el mito que podemos comprendernos totalmente mediante el análisis biográfico. Muchos creen que entenderse a sí mismos es entender su pasado. El pasado es importante, pero es solo un factor más, importante, pero no el único. Parte de que seamos como somos es por cómo es nuestro sistema nervioso. Reducirnos al análisis biográfico es una aproximación demasiado intelectual. Creemos que podemos conocernos a nosotros mismos haciendo una revisión profunda de los eventos que nos sucedieron y así sacar conclusiones. Eso es algo bueno, pero repito no lo es todo. Autoconocernos implica también prestar atención a nuestro cuerpo. Recuerdo al lector que las emociones son sensaciones físicas. La tristeza, la ansiedad, la cólera, el miedo y la alegría se sienten en el cuerpo, no son creencias ni ideas. Las creencias contribuyen a cómo nos sentimos, pero no son nuestro sentimiento. El sentimiento se siente.
Si una persona está constantemente observando sus emociones y las acepta con mucha amabilidad y compasión, poco a poco se irá dando cuenta de sus verdaderos deseos y tendencias. Ante nuestro temperamento solo nos queda la aceptación y canalizarlo de manera positiva hacia aquellas actividades y vínculos que nos hacen sentir mejor. La vida no es una fórmula. Debido a que todos tenemos un sistema nervioso diferente, no todos podemos vivir bajo la misma fórmula. A todos no nos hace feliz lo mismo. Para algunos, la mejor vida es ser un mochilero, para otros ser un cura y para algunos ser un oficinista. Si algo distingue a la raza humana es su diversidad. Por estos motivos: No busques vivir como los demás. No imites la vida del otro. Presta constante atención a tus emociones (tus sensaciones corporales) y progresivamente irás descubriendo tu camino. No te rechaces por cómo eres, más bien observa con atención cómo eres para que descubras tu camino.
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