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El tarot como instrumento proyectivo para el conocimiento interior

por Salvador Carrillo

El tarot no es un simple juguete, pero tampoco es lo que muchos proclaman comprender. La verdad de la misteriosa baraja radica en su poder proyectivo. Tiene una fuerte carga simbólica, y los símbolos nos conectan directamente con el mundo del espíritu.

Los especialistas en hermenéutica saben que hay una diferencia entre la comprensión personal que uno puede tener de un texto y lo que el autor quiso expresar en realidad. Un poema sobre una cascada que fluye incesantemente, en toda su gloria y potencia, puede simbolizar para alguien la idea de no rendirse ante la adversidad, mientras que, para su autor, quizá solo era una expresión de amor hacia el paisaje que rodeaba el pueblo donde creció.

Todo lector es un creador. Estas mismas palabras, las de este texto, puedo pretender que signifiquen algo, pero tal vez usted, lector, comprenda desde su propio lugar, tiempo y biografía algo distinto de lo que intenté transmitir. Los mejores autores, curiosamente, no son los más exactos: los textos religiosos, filosóficos y literarios que poseen cierta ambigüedad suelen tener una vida más larga que aquellos demasiado precisos, pues logran evocar en el lector una profundidad especial, algo personal e íntimo, que de otra manera no habría descubierto. Uno acude a los grandes autores no para que le digan qué pensar, sino para encontrarse a sí mismo.

Si el tarot ha perdurado a lo largo de los siglos, no es porque cada carta tenga un significado fijo e inmutable, sino porque posee un carácter proyectivo: uno ve en ellas un reflejo de su propio mundo interior, y es en esa naturaleza donde radica su atractivo.

Desde esta perspectiva, resulta menester preguntarnos sobre la metodología con la que debemos acercarnos a la baraja. Sabemos que hay personas dedicadas a la cartomancia, la cual consiste en interpretar el futuro a través de las cartas. No niego que, en ocasiones, el misterio se alza al lanzarlas, pero creer que cada tirada supone una comunicación con el más allá o la revelación de un evento venidero me parece, en mi humilde opinión, una ingenuidad; una ingenuidad que sostiene el negocio de muchos.

El tarot, desde mi punto de vista, debe utilizarse en primer lugar como una herramienta de lectura personal. Es en ese espacio donde uno se encuentra consigo mismo. Es hermoso ver cómo, poco a poco, se desarrolla una conexión con las cartas, hasta que llega el momento en que incluso se comienza a soñar con ellas. El inconsciente se comunica a través de símbolos—¡bien lo sabían los surrealistas!—y, por ende, el tarot es una vía directa para establecer un diálogo más profundo con él.

Conozco especialistas que guían a las personas en este ejercicio proyectivo. Les animan a lanzar las cartas, les enseñan a imaginar a partir de lo que perciben, a sentir los símbolos y permitir que les hablen de forma espontánea. Actúan como acompañantes en la vía del tarot, y considero que esto es algo legítimo y valioso.

Asimismo, hay personas con una alta intuición a quienes acude gente con problemas o con deseos de crecimiento interior. Estas personas utilizan el tarot para profundizar en su intuición y orientar su consejo. En ciertos casos, esto puede ser válido, pero no creo que sea la vía idónea para la consejería, pues un buen consejero escucha y busca que la persona llegue por sí misma a sus propias conclusiones.


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2 Σχόλια


marialascano
02 Απρ

Que buen artículo Salvador!,me encantó!, gracias.

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muchas gracias. que sea motivo de reflexión y práctica. un abrazo.

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